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lunes, 13 de abril de 2009

y le siguen contestando a la Licenciada....

Llegan cartas

Adopción

María Alejandra Vignolles.

DNI: 14.069.733.

Señores directores: Habiendo hecho una lectura exhaustiva del artículo “Teníamos un choque...”, publicado en El Litoral el domingo 5 ppdo., me gustaría hacer una reflexión escrita, que refleje lo que quisiera plantear a la Lic. Patricia Giuricicich.

Para comenzar deseo enunciar tres afirmaciones, supuestos sobre los que basaré mis reflexiones: 1º) soy madre de tres hijos que llegaron por vía de la adopción ; 2º) todo niño tiene derecho a tener una familia: biológica -siempre que pueda sostenerse- o adoptiva, sólo difieren en el origen; 3º) la trata, compra o tráfico de niños son absolutamente violatorios del derecho a la integridad, a la identidad y del derecho que tiene el niño de saber quién es su familia de origen. Estos dos últimos puntos son también sostenidos por la Lic. Giuricicich en su artículo.

Analicemos ahora la institución de la adopción. La adopción es un “derecho de los niños y niñas a criarse y desarrollarse en el seno de una familia que los recibe con plenos derechos de hijo o hija” ¿parte acaso de la “priorización de los adoptantes” (sic)? No es un mero trámite judicial, sino un acto de amor que -para concretarse legalmente y legítimamente- necesita de un proceso formal enmarcado por la ley 24.779. También coincido plenamente (aunque no justifico los tiempos), que es un “proceso lento, porque se debe entender que hay que tomar recaudos” (sic).

Las deficiencias de la ley o de los procesos para concretar la adopción no dependen de la ineficiencia, burocracia, inoperancia, desinformación, etcétera, de las tres partes que componen este acto, a saber: la familia biológica del menor que no puede convivir temporaria o definitivamente con él; ni de los futuros adoptantes. Menos aún, del “sujeto” de la acción: el menor, niño o niña, bebé, pequeño o grande, sano o enfermo, normal o con capacidades diferentes, únicos o grupos de hermanos. ¿Estamos de acuerdo?

Todo menor necesita y merece una familia, como ya sostuve. ¿Es lícito que por no funcionar correctamente la evaluación exhaustiva de las familias biológicas de los menores en riesgo se sostenga la cronificación de la institucionalización? ¿Son esos tiempos del “mientras tanto” beneficiosos para el menor, para su familia de origen o para los pretensos padres adoptivos? ¿Son menores las secuelas que deja esto en el menor?

Si todas las partes del proceso sufren por dilatar “decisiones excepcionales, como separar al niño de su familia de origen” (sic) ¿quién gana? ¿dónde está la “esquizofrenia” (sic) Sra. Giuricicich?

Decididamente, el problema se origina en las fallas del sistema que afectan principalmente a los bebés, niños y jóvenes que se pretende defender y en el punto más vulnerable: desarrollarse sin el marco amoroso, sostenido, saludable de una familia. ¿Hablamos del mismo paradigma?

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