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miércoles, 29 de abril de 2009

Una madre soltera en el camino


Hoy encontré esta entrevista que me pareció interesante compartir:

M. Ángeles Fernández (Madrid 1972), directora del programa de TVE Últimas preguntas, presentó recientemente en Barcelona su primer libro: Adopción. Al encuentro de la vida
(Editorial San Pablo).
En él ha plasmado sus vivencias personales y las de otros padres, así omo la experiencia de los profesionales, ante el largo proceso de adopción. El libro, que está dedicado a una hija a la que todavía no conoce, surge de la convicción de que la paternidad y la maternidad son «una vocación que nace del Amor y que encuentra su respuesta en el amor al servicio de la vida».
—¿Qué la ha llevado a emprender tan convencida, pese a ser soltera, un proceso de adopción?

—El principal motivo es sentir la vocación a la maternidad, que la he tenido siempre muy presente y que para mí nace claramente del Amor. Desde hace ya muchos años he sentido también la intuición de que, sin descartar tampoco la vía biológica, uno de mis hijos fuera adoptado. Al no estar casada todavía, he decidido empezar por aquí. Se trata, pues, de una respuesta de amor a una llamada vital, intrior, que me interpelaba con fuerza desde hacía tiempo. La adopción es, para mí, un don que trasciende los límites de la biología.

—¿Entiende también esta vocación como llamada de Dios?

—Por supuesto. Entiendo que todos en este mundo estamos llamados a una misión y yo veo claramente que la mía pasa por la maternidad. Espero, sin embargo, no estar equivocada y no haber entendido mal la llamada divina.

—¿Cuándo se inició el proceso de adopción y cómo lo está viviendo?

—Empecé este camino a finales del año 2006 y después de dos años y medio todavía no sé lo que puede faltar. No obstante, pese a la larga duración y aunque suene extraño, para mí está siendo un proceso muy bonito. Me gusta decir que estoy en estado de buena esperanza, ya que lo vivo como una gestación. No hay, evidentemente, un proceso biológico, pero sí un proceso de maduración personal y un proceso de crecimiento, de crear algo en tu interior, sobre todo ese vínculo con la hija que todavía no conoces y que en mi caso está en un lugar tan lejano como México pero tan cercano como que la siento ya como mi hija.

—Pero dos años y medio es mucho tiempo...

—Por encima de esa larga espera está el deseo de ser madre y el amor que ya sientes por la niña. El tiempo es una piedrecita en el camino que se sortea, con más o menos dificultades, pra continuar adelante. Pese a todo, yo también pienso que se trata de demasiado tiempo, ya no por los padres, sino sobre todo por los niños. Entiendo que se nos hagan exámenes y que se investigue hasta el último detalle de la familia biológica del niño, para no incurrir en irreguralidades, pero creo que todo eso se puede agilizar. No logro entender que un niño esté desde los cinco días de vida en un orfanato y no se pueda efectuar la adopción hasta que tenga cinco años. Algo falla en las leyes nacionales e internacionales. Al mismo tiempo, para mí, como madre, la parte más complicada de ese proceso es la de la incertidumbre, ya que no sabes cuándo se acabará el proceso. No hay fecha prevista y el anuncio puede llegar en cualquier momento.

—¿Llega uno a pensar en algún momento en tirar la toalla?

—No, para nada, aunque cada caso es único. Por lo que yo sé y tras conocer la experiencia de otras familias, normalmente los que acaban tirando la toalla es porque había algo de base que no estaba claro. Para eso está el proceso. Mejor darse cuenta antes que cuando el niño ya está entre nosotros.

—Supongo que es la mejor manera de evitar fracasos posteriores.

—Según estudios muy competentes que existen sobre estos fracasos, los problemas no son tanto de adaptación de los niños como fallos en las expectativas de los padres. Por eso es tan importante que se tenga muy claro y que se lleve a cabo un proceso de maduración y crecimiento. Si realmente existe una vocación, los obstáculos se acaban superando. Personalmente, desde el primer momento yo he sentido que hay una niña en México que me está esperando. Desde esta experiencia es muy difícil tirar a toalla.

—¿Por qué México?

—La elección del país para mí es muy importante. Yo creo, aunque esto es muy personal, que al adoptar a tu hijo adoptas también de algún modo una cultura, unos orígenes, una historia... El país llega a formar parte de tu historia porque es parte de la historia de tu hijo. Los orígenes son muy importantes y creo que es bueno que el niño conozca siempre sus raíces, para que se sienta orgulloso de dónde nació. En mi caso, yo inicialmente descarté México precisamente porque tenía mucha carga afectiva y no quería que eso influyera frívolamente en mi decisión. No obstante, tras madurarlo en el silencio y dejarme guiar por el corazón todo me acabó llevando hasta México. Durante este proceso he tenido muy presente una frase de Susanna Tamaro, autora de Donde el corazón te lleve: «Cuando no sepas qué camino tomar, quédate en silencio, respira hondo, levántate y ve donde el corazón te lleve». Para mí este silencio fue oración y el corazón me llevó a México. Y ahora me alegro de que lo que en un principio descarté por esa carga afectiva, ahora me está sirviendo muchísimo para unirme más a mi hija. Al no haber algo físico –una ecografía, una tripita que crece...– te tienes que agarrar a otra cosa para establecer ese vínculo que es muy importante en estos años de espera...

—¿Ha soñado mucho con la niña?

—Muchísimo. Dormida y despierta.

—¿Es consciente de lo que supondrá contrastar el ideal con la realidad?

—Sí, esto es importantísimo. Igual que sucede con la gestación biológica, todos los padres nos imaginamos idealmente a nuestros hijos. Eso está muy bien porque te une a tu hijo, pero tenemos que ser también realistas, sobre todo en el caso de la adopción. Nuestros hijos vienen con un pasado que no conocemos o que si llegamos a conocer es a través de un expediente, y un pasado que normalmente ha tenido experiencias negativas o muy negativas. Esto no lo podemos obviar. Eso no quiere decir que el niño tenga que llevar siempre esa carga y que tenga que ser tratado siempre en función de ser adoptado. Para nada. El niño que ha sido adoptado es igual que cualquier hijo pero con unas características que lo diferencian. Es importante conocerlas para entender determinadas reacciones o formas de comportarse.

—¿Qué se siente llamada a aportar a esa niña que está e camino?

—Primero de todo, siento profundamente que se trata de una adopción mutua. Se trata, sin duda, de un intercambio de amor mutuo. No hay cordón umbilical biológico pero sí que hay un cordón afectivo muy intenso. Nos aportaremos lo que cualquier padre a cualquier hijo y cualquier hijo a cualquier padre: mucho amor, respeto, espero, y felicidad. Como ya dije ates, la adopción es una respuesta a una llamada que vino del Amor a través del amor.

—Seguro que hay gente que opine que aesa niña le faltará la figura paterna...

—Entiendo que haya gente que pueda pensar así, y de hecho yo creo sinceramente que la figura paterna no es prescindible. Yo no adopto como madre soltera desde una posición de superioridad respecto al hombre. Esta no es ni muchísimo menos mi postura. Al contrario, yo estoy abierta a que nuestra hija tenga un padre, pero eso será cuando Dios quiera... Por las circunstancias que sean, ahora no hay un papá, pero estamos abiertas a que así sea. Sólo habrá un requisito, el hombre que llegue tiene que venir como marido y como padre.

—El hecho de trasladar toda esta experiencia de la adopción a un libro, ¿forma parte de su otra vocación, la periodística?

—La verdad es que no me lo había planteado. Fue una casualidad. Cuando desde la Editorial San Pablo me propusieron escribir un libro no pensé inicialmente en este tema, sobre todo porque me daba mucho pudor hablar de mí. Pensándolo mejor y consciente de los muchos libros, y buenos, que existen sobre el tema, pensé que podría aportar algo orientado a las familias y sobre todo a los profesionales; por ejemplo, a mis compañeros periodistas. Me parece que es un tema que a menudo se aborda sin tener mucho conocimiento y creo que vale la pena dar a conocer la adopción mucho más allá del mero proceso burocrático, que para mí no deja de ser algo necesario pero accesorio. Creo que es impotante hablar de la adopción con mucha naturalidad y que se conozca el tema más allá de tópicos y tabúes. No obstante, en la adopción, como en cualquier acto que tiene que ver con el amor, no hay teorías y lo más importante siemrpe es la experiencia.

—Es curioso que en un mundo como el nuestro, tan poco abierto a la vida, la adopción sea vista con tan buenos ojos, incluso considerada como un acto de «caridad suprema»...

—Es importante dejar clro que los padres que adoptamos no somos ni más caritativos ni más generosos. No somos una ONG, somos simplemente padres, con responsabilidad para toda la vida. Es la respuesta a una llamada. O como digo en el subtítulo del libro, es un salir al encuentro de la vida.

Fuente:http://blogs.periodistadigital.com/sanpablo.php/2009/03/13/maria-angeles-fernandez-llos-padres-que-

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