
En la ciudad de Buenos Aires y el Gran Buenos Aires alrededor de 6.000 matrimonios aguardan impacientes la posibilidad de consumar por vía legal su sueño de convertirse en padres adoptivos. La cifra se eleva a niveles impensados en el resto del territorio nacional.
Pero inexplicablemente otros miles de niños permanecen en paralelo institucionalizados durante largos períodos de tiempo en centros oficiales, presos del abandono y de la extrema soledad, a la espera del pronto cumplimiento del trámite legal que les permita comenzar a gozar de los beneficios del amor parental y del calor de un hogar propio. En el medio, sólo quedan interrogantes sin respuestas, bronca, indignación e impotencia.
La vigente Ley nacional de Adopción (Nº 24779) ha demostrado a las claras su incapacidad para solucionar una problemática tan sensible como dolorosa: la de un vasto cúmulo de familias ansiosas por dar amor, frente a decenas de miles de niños desamparados que deambulan por los caminos de la indecisión y la extrema burocratización, sufriendo en carne propia las consecuencias de la desorganización de los estamentos oficiales, de la indiferencia de las autoridades y de la ineficiencia global de un sistema ya obsoleto.
La lentitud del aparato estatal a la hora de actuar como nexo entre ambos sectores visibles uno del otro pero lejanos en los papeles, acarrea consecuencias por demás complejas para cada uno de los actores que integran esta cadena de desencuentros. Aún más, la irresolución de los trámites judiciales de adopción da pie a la consumación de delitos aberrantes, tales como el robo de bebés para su comercialización, y a prácticas al menos polémicas, como el alquiler de vientres maternos.
La gravedad de la coyuntura nos obliga a actuar de inmediato, promulgando aquellas reformas que, en lugar de simplemente parchar un sistema agonizante que genera hoy por hoy un profundo descreimiento social, aplique cambios de fondo que optimicen los procesos, simplifiquen los modos y acorten los tiempos, devolviendo así la esperanza a familias desencantadas y propiciando la protección familiar del niño desde su temprana edad.
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