Puede que el inicio de tu historia no haya sido feliz pero no determina quién eres

Tú decides lo que eres y en quién convertirte de aquí en más.

miércoles, 24 de junio de 2009

Atrevete, salte del closet ¡¡¡¡¡


Esta nota me recuerda una canción de calle 13 (si, estoy influenciada por mi sobri pre adolescente; solamente el título, porque lo demás nada que ver, jajjaja)

Esta historia la encontré junto a la nota enviada por Lore:

¡ Atrevanse! Por Edgardo Schapachnik y Susana Torok Para LA NACION

Nuestra historia de adopción comenzó en 2005. Dadas nuestras edades y nuestras historias personales, aspirábamos a adoptar una niña de segunda infancia, o dos, si fueran hermanitas, o un niño y una niña, pero la condición era que el sexo femenino estuviera presente.

Así es que recurrimos a la ONG Anidar y con su asesoramiento conocimos historias de adopción diversas, fáciles algunas y más complicadas otras. Por estas últimas deseábamos que el Juzgado que nos tocara en suerte nos llamara por la edad menor posible dentro del rango elegido inicialmente, esto es de 5 a 9 años.

Sorpresivamente, tres meses después de presentar la carpeta recibimos la llamada de una jueza de una provincia del interior, que nos proponía la guarda de un niño de 10 años, cosa que se alejaba apenas del rango de edades elegidas y nos acercaba a aquel prejuicio de que cuanto más grande, más difícil. Más conmocionante fue aún saber que se trataba de un varón, ya que veníamos alimentando la idea de una niña. No dudamos en aceptar. No podíamos decir que no, no se trataba de elegir la antigüedad de una casa o el modelo de un auto, sino de un niño que nos esperaba, un niño que sería nuestro hijo.

Así, el 4 de marzo lo conocimos. Nos enteramos también de que ya había cumplido los 11 años, pero nos enamoramos de él y nos olvidamos por completo de nuestras expectativas con respecto al sexo.

En pocos meses de convivencia tuvimos que aprender lo que es fácil y lo que es difícil de esta integración de su historia a nuestras vidas. Pero sobre todo aprendimos lo difícil que fue para él abandonar su lugar natal, sus amigos del hogar, subir a un micro con dos extraños y encontrarse de pronto viviendo en una ciudad loca como Buenos Aires.

Hubo días tormentosos, de rebeldías, de mal humor, que si bien son características generales de todos los chicos, en este caso tuvimos que tener siempre presente su particularidad, producto de su historia, del amor que le faltó y del maltrato que recibió.

Fue necesario tiempo para que él nos aceptara como padres; tiempo para que comprobara que no lo íbamos a abandonar, tiempo para que dejara de usar palabras que aprendió y que pertenecen a un pasado que no eligió.

Aprendimos como padres que la adopción es un proceso que no nos atañe sólo a nosotros. También él nos tuvo que adoptar como mamá y papá, y en ese proceso nos fuimos transformando, adoptándonos. Aprendimos que él necesitaba pertenecer a una familia, saber que tenía el lugar que nunca tuvo.

Hoy, a más de tres años de compartir nuestras historias, porque ya tiene 14 años, podemos asegurar que viviríamos una y mil veces aquellos primeros días, en los que todo fue maravilloso -incluyendo los sinsabores-, como es maravilloso verlo crecer amándonos y amarlo cada día sintiendo que fue nuestro hijo desde siempre.

Hace más de un año nos pidió un hermano y eligió a un amigo del hogar donde vivió.

Nos atrevimos nuevamente, decidimos compartir su deseo y emprendimos una vez más el camino. Su nuevo hermano tiene tres años más que él, 17, y está con nosotros desde hace nueve meses. Es otra su historia, es otra su particularidad, otra experiencia por integrar a nuestras vidas. Estamos aprendiendo a ser otra vez padres, partiendo de lo nuevo y lo aprendido con nuestro primer hijo.

La relación entre lo nuevo y lo aprendido es compleja, donde lo nuevo adquiere una dimensión preponderante, ya que una vez más se trata de hacer confluir historias de vida diferentes, que en este caso es una larga historia de 17 años, con aspectos generales que hacen que un adolescente comience a incorporar nuevos códigos y que una familia empiece a aceptar otros que hacen a la condición etaria: música, costumbres, salidas nocturnas, límites, nuevos amigos. Nuestros hijos no son bebes, pero son niños al fin y nos esperaban como padres.

Hay cientos que esperan por ustedes como ellos lo hicieron por nosotros. ¡Atrévanse!

Fuente: http://www.lanacion.com.ar/nota.asp?nota_id=1141215



1 comentario:

Anónimo dijo...

un ejemplo a seguir...los admiro y los felicito por ese doble acto de amor...suerte...